14 de febrero. Día de San Valentín. ¿Qué debía publicar el día de hoy?. Muchas ideas rondaron mi cabeza. ¿Debería escribir la historia de mi primer amor? ¿Contar las desilusiones sentimentales que me llevé en el extranjero? ¿O algo más simple, como un romántico itinerario de París?. Un mensaje a media noche, desde el otro lado del mundo, me ayudó a encontrar el tema perfecto. «Have faith on yourself» (Ten fe en ti misma) decía.
No soy psicóloga, terapeuta, ni mucho menos el estandarte del amor propio pero hoy quiero compartir con ustedes la lección más grande que he obtenido de mis viajes: viajar me enseñó a amarme a mi misma, me enseñó que la relación más importante en nuestra vida es la relación con nosotros mismos.
A primera vista, mucha gente suele creer que soy una persona segura pero si pudieran escuchar todo lo que pasa por mi mente se darían cuenta de que tengo inseguridades, miedos y defectos como cualquier otro ser humano. Estoy orgullosa de decir que ahora éstos controlan mi mente mucho menos que antes y es gracias, entre otras cosas, a todas las experiencias que he vivido viajando.
Antes de salir del país por primera vez, me sentía como la persona menos merecedora de todo los éxitos que me habían sucedido, me disgustaba todo de mi, creía que si desaparecía de este mundo a nadie le importaría y cosas tan simples como escribir mi bio en Twitter me estresaban (¡¿ Cómo iba a poder describirme en 170 caracteres si ni se quién soy y ni soy «cool» para que a alguien le importe?!).
Mi viaje a la autoaceptación (y en el que aún me encuentro) comenzó en Ginebra. Ahí, a pesar de las adversidades, el proceso de autodescubrimiento me sacó una sonrisa gigante y tras un año lleno de aprendizajes dejé atrás falsas ideas personales para comenzar a aceptarme como era. Sin embargo, al volver a México noté que quien era después de Ginebra era distinto a quien era antes de partir y por miedo a perder el afecto de otros dejé que distintas situaciones y personas me llevaran poco a poco a sentirme menos yo, a ocultarme, a fingir, a ser quien alguien más. Fue en Melbourne donde toqué fondo. Fue en Melbourne donde me miré al espejo y vi a alguien que no reconocía. Entonces decidí comenzar de nuevo. Poco a poco comencé a reencontrarme (o recordarme) y finalmente en Indonesia hice las paces conmigo misma para volver nuevamente a México, esta vez orgullosa de mis gustos, de mis ideas, de mis éxitos, de mi.
No voy a decir que he superado todas mis inseguridades porque no es cierto pero si puedo decir lo que he aprendido en el intento:
Sé quien quieras ser pero sé tú mismo
Cuando llegas a un lugar nuevo (país, ciudad, escuela) quieres encajar en el grupo lo más pronto posible, fingir ser alguien quien no eres pero que la comunidad aceptará puede ser atractivo. Sin embargo, negar quien eres sólo trae angustia y sufrimiento emocional, mejor sé tu mismo y olvídate de preocupaciones.
Habrá gente que te ame, habrá gente que te odie, pero mientras seas fiel a tu esencia y no vayas contra tus propias verdades podrás estar en paz contigo mismo.
No temas hacer lo que te gusta
Tuve mucho tiempo a solas en mis viajes como para conocer mis verdaderos gustos, lo que me apasiona y hace feliz. Descubrí que me gusta bailar, sonreír, conocer gente nueva, viajar, tomar fotos, escribir, etc. Aprendí que no tengo que complacer a nadie más o hacer lo que otros hacen porque si lo hago pierdo mi esencia y niego la autenticidad de mi ser, lo que me hace única. Amar mis hobbies y darme tiempo para realizarlos es amarme a mí misma.
Acepta todos tus sentimientos
Nunca había experimentado tantos sentimientos como los que experimenté la primera vez en el extranjero. Fue una montaña rusa: reí, lloré, amé, tuve miedo. O tal vez sí los había sentido pero siempre los había reprimido. Creía que ser una «buena persona» implicaba tener sentimientos «buenos». El dejar de catalogar mis sentimientos y vivirlos sin culpa o remordimientos, el aceptar que está bien sentirme feliz tanto como sentirme triste, el dejar de pensar que soy una «mala» persona si siento una emoción negativa me ayudó a amar mi ser en cualquier situación.
Aléjate de todo lo tóxico
No te compares
«No eres tan delgada como fulanita», «no tienes las calificaciones de fulanito», «no tienes el trabajo de sutanita», «debo tener tantos likes como sutanito».
Pasé mucho tiempo de mi vida comparándome, deseando tener lo que otros tenían, queriendo ser tan buena como otros eran, queriendo lucir cómo otros lucían. Llené mi mente de ideales y me esforcé tanto por «ser mejor que los demás» que comencé a frustrarme al no lograrlo, llenándome de resentimientos y tristezas.
No fue hasta que conocí tantas historias de vida increíbles alrededor del mundo que comprendí que todos tenemos habilidades distintas y que cada quien es bueno para algo en especial. Entendí que no debo compararme ni competir con nadie más que conmigo misma, que cada día debo ser la mejor versión de mi.
Nadie es perfecto y todos cometemos errores
Como la hermana mayor en mi familia siempre tuve la idea de ser «el ejemplo», la bien portada, la de mejores calificaciones, la niña perfecta. Mi sorpresa al comenzar a viajar fue que yo (mi verdadero yo) no era ni una décima parte de esa perfección imaginaria e autoimpuesta. Desde reprobar un examen hasta perder la conciencia de borracha, había cometido y podía cometer tantos errores como cualquier otra persona.
Y está bien.
Debemos amarnos tal cual somos, con todo y nuestras imperfecciones, ver nuestros errores como oportunidades de aprendizaje.
No tengas miedo, confía en ti, inténtalo, cae, levántate.
Acepta tus decisiones y afronta sus consecuencias
Tienes el derecho de autoconstruírte. Tú tienes poder de decisión sobre tu persona, tu cuerpo y tu vida.
Lamentablemente algunas de nuestras decisiones no son las más acertadas y tendemos a reprocharnos el por qué lo hicimos. Que si no lo pensamos bien, que si estábamos sentidos, que si era el alcohol hablando, etcétera, etcétera.
Después de tomar decisiones no muy inteligentes en mis viajes comprendí que en cualquier circunstancia yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Entendiendo que todas mis experiencias buenas o malas contribuyen a mi crecimiento y me hacen ser quién soy ahora, comencé a aceptarme a mí misma sin juzgarme.
La belleza depende de los ojos de quien la mire
Lo confieso: antes de viajar no había siquiera dado un beso. ¿Por qué? Yo digo que porque no había tenido la oportunidad, en mi vida hasta ese entonces (tenía 20 años) nadie se me había acercado con intenciones románticas o si lo habían hecho yo era tan insegura que no lo notaba/aceptaba («¿¡Cómo le voy a gustar a este chico si no soy tan guapa?»).
Cuando llegué a Ginebra tuve el efecto «extranjero». Lucía diferente al promedio europeo por lo que muchos hombres volteaban a verme e incluso se acercaban a mi para invitarme un trago, charlar un poco o simplemente decirme lo bonita que me veía. No voy a negar que esto claramente subió mi autoestima y me dio la confianza para salir, conocer chicos y dejar de pensar que «nadie me ve», que «a nadie le gusto» o que «mis amigas son más bonitas que yo».
Durante ese tiempo me dí cuenta de que puedo ser coqueta, de que aunque no luzco como modelo también soy bonita, de que lo que más llama la atención en cualquier persona es la seguridad en sí misma. Descubrí que yo valgo muchísimo, pero mi valor no se encuentra en mi imagen, en mi cuerpo o en mi vida sexual. Mi valor esta en mis pensamientos, mis ideales y mis sentimientos, y como los acepto me considero hermosa.
Tú eres tu mejor compañía
Aunque nunca había salido con nadie antes de viajar siempre había soñado con tener una pareja (culpo a las películas de Disney y las comedias románticas). Creía que tener una pareja me haría mas feliz pero ¡oh sorpresa!, incluso cuando me enamoré esto no sucedió.
Al inicio del segundo semestre en Ginebra me mudé a vivir sola en mi propio «studio», probablemente no más grande que tu propio cuarto. Por supuesto hubo momentos en los que sentía soledad y entonces tuve que aprender a estar conmigo y mis pensamientos. .
El proceso de adaptarme a mi nueva vida fue difícil y confuso. Al principio siempre ponía música e invitaba a cuanto amigo podía a cenar o charlar. Después, en esta nueva era en la que Google tiene las respuestas a todo, empecé a hacer lo que buscar “Cómo disfrutar de estar sólo” o cosas similares resultaba. Comencé a hacer yoga, meditar, leer, a hacer ejercicio, a tener contacto con la naturaleza. Llené mi tiempo libre con cosas que me gustaban hacer y que me hacían crecer como persona.
Sé tu mejor amigo
«Don’t think you’re stupid. Nobody thinks you’re stupid but you.» (No pienses que eres estúpida. Nadie piensa que eres estúpida más que tú) me dijo mi flatmate una mañana en Melbourne, cuando entre lágrimas le contaba una mala experiencia que había vivido aquel entonces.
Aquella frase me abrió los ojos, me hizo reaccionar. Nunca llamaría «estúpido» a alguien que quiero (no de forma despectiva), ¡¿por qué me llamaba estúpida a mi misma?!.
Comprendí entonces que yo debía ser mi propia mejor amiga no quien se sabotea, se juzga o se hiere, debía empezar a creer en mi como otros lo hacían.
¿Jamás quisieras hacer sentir mal a tu mejor amigo, cierto? Si eres tú propio mejor amigo siempre querrás expresar amor a ti mismo.
Perdónate
Es fácil decirlo, ¡incluso es más fácil perdonar a otros antes que a ti!, pero una vez que lo logras, sinceramente, es el acto de amor más grande que puedes otorgar a ti mismo.
No eres perfecto, fallaste, cometiste errores, te heriste y heriste, ¿y qué?.
Ámate y perdónate.
¿Y tú, te amas a ti mismo? ¿Cómo ha ayudado viajar a tu autoestima? ¡Comenta!
«No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.»– Charlie Chaplin
2 respuestas a “¿Cómo viajar me enseñó a amarme a mi misma?”
[…] y me escupió en Ginebra, Suiza, donde descubrí que la belleza es relativa y que yo, en verdad, era linda por dentro y por fuera. Sí, pudo haber sido el efecto de ser extranjero que en algunos lugares hace que todos te volteen […]
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[…] lo que he vivido durante mis viajes en el extranjero me ha cambiado radicalmente y a veces creo que estoy viviendo mi adolescencia tardía, eso de “ser rebelde” no se […]
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