No estaba segura de escribir sobre este tema pero últimamente mi corazón se ha llevado tantas emociones que no podía pensar en escribir sobre algo más.
Viajar cambió muchos aspectos de mi vida, uno de ellos mi vida sentimental… que básicamente no existía. Antes de irme a vivir a Ginebra, a mis 20 años, no había experimentado la belleza y el sufrimiento de las cuestiones amorosas. Nunca había dicho «me gustas» (y sólo un niño me lo había dicho a mi en la secundaria), no había dado un beso, ni me había enamorado. Durante años sólo me dediqué a ver como mis amigas pasaban de una relación a otra, a jugarla de cupido, a ser amiga de los niños que me gustaban y a bailar sola en las fiestas (si es que iba). Vivía soñando con encontrar un día al príncipe azul que me diera mi primer beso y con quién viviría feliz por siempre… aunque mi papá me hubiera advertido a los 6 años que yo no podía tener novio hasta que me graduara de la universidad.
Mi poca autoestima y el bullying por ser «la gordita» tampoco ayudaban mucho. Crecí con esos estigmas en mi cabeza hasta creer que nadie querría estar conmigo, porque ¿quién se fijaría en alguien como yo?.
Los años pasaron y todo siguió igual, tuve un par de crushes en la universidad pero mi mismo temor al rechazo y mi baja autoestima nunca me permitieron aceptar que alguien me gustaba… ¡o que yo le gustara a alguien! (¡sin contar que debía hacerle caso a mi papá!, jajaja). Además, cuando el chico que te gusta aparece de pronto con una novia/free/whatever o tu amor platónico de pronto parece no ser tan platónico y empiezas a dudar entre tu realidad e imaginación, lo único que quieres es que la tierra te trague.
Por fortuna la tierra me tragó y me escupió en Ginebra, Suiza, donde descubrí que la belleza es relativa y que yo, en verdad, era linda por dentro y por fuera. Sí, pudo haber sido el efecto de ser extranjero, que en algunos lugares hace que todos te volteen a ver, pero no puedo negar que me dio mucha seguridad y autoestima (que aún conservo en cierta medida), no sólo para aventurarme a conocer gente nueva sino para hablar con la verdad y saber decir «no» cuando es necesario. Fue un impulso de seguridad que se expandió a todas las áreas de mi vida.
En Ginebra se abrió un mundo nuevo para mi, el de las relaciones y quasirelaciones sentimentales de hoy en día. Experimenté por primera vez lo que es tener una cita, que alguien diga que le gustas (aunque el 99.9% sea por una noche), el coqueteo e incluso el enamoramiento. Reí, amé, sufrí, lloré y descubrí todo lo maravilloso que me había perdido los años recientes de mi vida (¡¿cómo había podido vivir sin conocer lo mágico de un beso?!). Como dice Sabina, tomaba pastillas para no soñar.
Creo que enamorarse es mucho más fácil mientras viajas pues encuentras belleza en todo y en todos, te sientes como si vivieras un cuento de hadas. Tras mi primer enamoramiento y de vivir otras experiencias en el futuro, comencé a reflexionar mucho sobre el amor durante mis viajes.
Aprendí que hasta que no decidas poner un alto a las relaciones que no aportan en tu vida, a hacer eso como muestra de amor propio, no tendrás espacio para relaciones que de verdad valen la pena.
Desde mi primer beso noté que muchos besos se dan sin amor, que no comprometen, pero que si besas a la persona adecuada puedes sentir que flotas y escuchas fuegos pirotécnicos a tu alrededor . ¡Hasta levantar el pie como la Princesa de Genovia!.
Comprobé que el amor llega cuando menos te lo esperas pero llega cuando estás totalmente enfocada en algo distinto a «buscar el amor» (el amor existe y está en todas partes, no hay que buscarlo). El amor llega cuando estás pleno, cuando vives en amor, cuando amas tu vida, tu trabajo, tus amigos, tu familia, cuando te amas a ti mismo.
Descubrí que el enamoramiento a primera vista existe. El amor a primera vista no.
Entendí que amor no es lo mismo que enamoramiento. El enamoramiento duele, el amor no lo hace. El enamoramiento está basado en la ilusión de lo que es o puede llegar a ser la otra persona, el amor se basa en lo que es en realidad, aquí y ahora.
Me di cuenta que no es sano guardar los sentimientos, que si bien no he sido lo suficientemente valiente para decir muchos de ellos en en persona, es mejor expresarlos a guardarlos contigo para siempre. Sin importar lo que pueda pasar después, he tratado de decir lo que siento respecto a otra persona cuando puedo por el simple hecho de ser lo mejor para mi salud mental y emocional y por lo maravilloso que es que alguien pueda significar tanto para otra persona.
Aunque aún estoy esperando el momento para poder decir lo que sentía a quiénes conocí antes de mi primer intercambio…
Las relaciones que nunca fueron duelen más.
Debes aprender a estar sólo. Debes aprender a ser feliz sin la necesidad de alguien más, a no permitir que tu propia felicidad dependa de otra persona. Cuando así lo sea encontrarás con quién compartir tu felicidad.
«No existen las coincidencias, sólo lo que es inevitable». Cuando te enamoras viajando te haces constantemente la pregunta de Fernando Delgadillo «¿Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio?» y es que crees insólito que tú, un mexicano viajando en Europa, se enamore de una Australiana que trabaja en Suiza. ¿De verdad está pasando? ¿De verdad estamos coincidiendo?. La respuesta es sí, era el destino.
Hay relaciones de 2 días más reales e intensas que algunas de dos años.
Descubrí que no todos viven el amor y las relaciones de la misma forma, que hay parejas que disfrutan de ir con la corriente, que no les gusta etiquetar una relación y que pueden ser felices sin hacerlo.
Tus relaciones son reflejo de tu interior. Si tu relación no está fluyendo es porque tú no lo estás haciendo. No puedes forzar el amor.
Nunca tienes sentimientos por las personas equivocadas. No eliges de quién enamorarte. Te puedes reprochar el haber cruzado todo un océano para darte cuenta que la relación por la que viajaste no existe más o arrepentirte de haber dicho tus sentimientos a alguien que no podía corresponderlos o que se va al día siguiente, pero la verdad es que nunca nos enamoramos de la persona equivocada pues todos, sin importar quien sea, merecemos amor.
No hay un tiempo incorrecto para enamorarte, tu corazón sabe cuál es ese momento. Cuando comencé a salir con alguien al volver del extranjero creía que con el tiempo iba enamorarme de él porque el amor y el tiempo estaban relacionados en mi mente. Estaba segura de que las veces que me había enamorado viajando eran pura ilusión, que así no era como funcionaba el enamoramiento en la vida real, que no podía enamorarme de alguien en un día. Pero no. Viajar es la vida real para algunos así que acepté que mi corazón no podía estar equivocado en ningún momento.
Al encontrarme con distintas personas que habían o estaban engañando a su pareja durante un viaje me di cuenta que hay peores infidelidades que la infidelidad sexual. El sexo no es igual al amor, ¿por qué le damos tanto peso?. Hay parejas que fingen su amor por años, que mienten día con día, eso es peor.
Ni la distancia ni el tiempo es impedimento cuando hay amor pues el amor se puede expresar en muchas manera, no sólo físicas.
Todo es como debe ser. Las personas, los lugares, los momentos, debían pasar y debían pasar así.
Lo que tenga que ser será, sólo hay que ser pacientes. Así como nunca me imaginé volver a ver a mi primer amor a poco más de un año de habernos dicho adiós y en un nuevo continente, tampoco esperaba que uno de mis eternos crushes universitarios me sacara a bailar en una fiesta. Pero pasó. Porque todo pasa cuando tiene que hacerlo.
Tuve la fortuna de reflexionar sobre esto mientras viajaba pero espero que tu ya te hayas dado cuenta de esto sin importar donde estés.
¿Y tú, qué más has aprendido del amor viajando?
Una respuesta a “Lo que aprendí del amor mientras viajaba”
[…] pero practica el desapego. No tienen nada de malo desarrollar sentimientos por ese alguien pero piensa que las probabilidades de que la relación termine son altas. Deja […]
Me gustaMe gusta